sábado, 18 de febrero de 2017

UN OJO PARA MONSEÑOR FELLAY






Quienes se han dedicado a investigar el mundo de la masonería y el lenguaje simbólico-esotérico de la secta, particularmente en lo relacionado con los medios masivos de difusión, nos llaman la atención sobre uno de los símbolos más frecuentados por la publicidad visual, el cine y la industria discográfica. Estamos hablando de “el ojo que todo lo ve” o “solo ojo”, que generalmente aparece dentro de un triángulo , símbolo que puede representar la Santa Trinidad para los católicos, pero que los masones han tomado para representar el sistema ternario, uno de los temas básicos de los ocultistas. En particular, los “mas-media” difunden el solo ojo en infinidad de portadas de discos y revistas, ya sea con el personaje protagónico tapándose un ojo, ya sea presentando la fotografía la mitad de la cara, de manera tal de mostrar un solo ojo. Un detallado y amplio muestrario sobre este símbolo puede descubrirse en este  dossier. Y asimismo al final de un artículo  de nuestro blog.

Hay una utilización masónica de figuras públicas en torno a su mensaje, que muestra la implicación directa o indirecta de tales personajes mediáticos. Así la forma de presentación a través de tal signo o señal masónica denota o un grado de pertenecia a determinadas logias, o un control que las logias han adquirido sobre determinadas figuras públicas. Tal presentación pública se corresponde con el mensaje o contenido del producto ofrecido a las masas.

No deja de llamarnos la atención la portada de una revista ultra modernista y progresista, sostén de las peores herejías de la secta conciliar, partidaria a ultranza de la “primavera” bergogliana, con distribución en España y varios países de Sudamérica, publicación lujosamente editada, costosa, bien financiada. La revista en cuestión, llamada “Vida Nueva”, muestra en su tapa a Mons. Bernard Fellay, superior general de la FSSPX, con la mitad de su rostro. Aparentemente la frase que se utiliza para publicitar el artículo sería negativa respecto al obispo. Sin embargo, si uno se sumerge en la entrevista, se dará cuenta que es absolutamente positiva, prestándose Mons. Fellay a dar por sentado que la FSSPX está fuera de la “comunión plena” con Roma, y afirmando con claridad que “ya no queda ningún obstáculo insalvable para un reconocimiento canónico de la Fraternidad”. También el obispo se muestra muy positivo con respecto a Francisco, afirmando que éste es “comprensivo y bondadoso”. Señala que coincide con las autoridades conciliares en que lo mejor para la Fraternidad es una Prelatura. Y al decir lo siguiente: “Creo que las autoridades romanas han podido comprobar que no hay en nosotros problemas graves que impidan el público reconocimiento de nuestra condición de católicos”, está diciendo que en la Fraternidad hay problemas leves (“no hay en nosotros problemas graves”) que serían los que impiden hasta ahora su reconocimiento como “católica”. Es decir que se pone en el lugar del culpable, del problemático, de quien está en falta,  esperando ser disculpados por las autoridades modernistas, para que éstas la califiquen de “católica”. Es exactamente lo que la Roma modernista se complace en escuchar.

Por otra parte la revista incluye una entrevista a Mons. Pozzo favorable a la FSSPX, en tanto ésta va bien por el camino del acuerdo. Y se completa el número con una nota desfavorable a la FSSPX, en cuanto a sus aspectos negativos, que la hacen aparecer como una secta. De este modo, Mons. Fellay queda bien posicionado como un hombre comprensivo, abierto, dialogante (no hace ni la menor crítica al demoledor Francisco), que está tratando de acabar con esos residuos medievales de la congregación. La revista modernista queda libre de toda sospecha de adscripción o simpatía por la Tradición, mientras publicita la política acuerdista de Pozzo y Fellay. Así Fellay es servil para con los enemigos de la fe católica, quedando mal parada su propia congregación, en tanto conserva elementos recalcitrantes que aún no se adaptarían a su política de conciliación y sonrisas. Mons. Fellay está haciendo un trabajo destructivo increíble, por el cual no podemos conjeturar que sea necesariamente miembro de la masonería, pues simplemente con ser liberal ayuda a sus estrategias y puede ser influenciado indirectamente por aquella. Pero, por el trabajo de demolición que está realizando en la congregación fundada por Mons. Lefebvre, no nos sorprendería si el día de mañana alguien nos dice que Mons. Fellay esconde un mandil. Se explicaría mejor su increíble entendimiento con Bergoglio y los ultramodernistas y judaizantes, a los que siempre pareció combatir.