viernes, 11 de diciembre de 2015

FRANCISCO EL JUDAIZANTE





Fuente (extracto)


CON OCASIÓN DEL 50 ANIVERSARIO DE NOSTRA AETATE

Se presenta un documento conjunto sobre las relaciones entre el catolicismo y la religión judía

«Los dones y el llamado de Dios son irrevocables. Reflexiones sobre temas teológicos sobre las relaciones católico-judías en ocasión del 50 aniversario de Nostra Aetate», es el nombre del nuevo documento sobre las relaciones del cristianismo con el hebraísmo que fue presentado este jueves en la Sala de prensa de la Santa Sede.

(Aica) Durante la presentación, el cardenal Kurt Koch, presidente de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo explicó que el documento «no da definiciones doctrinales definitivas», y tampoco es «un documento oficial del Magisterio de la Iglesia, sino un documento de estudio de nuestra Comisión, que intenta profundizar la dimensión teológica del diálogo judío-católico».

Por su parte el rabino Rosen subrayó que el nuevo documento revela no sólo los avances en las directrices propuestas por Nostra Aetate de apreciar y respetar la autocomprensión judía sino también un profundo reconocimiento del lugar de la Torá en la vida del pueblo judío y, de acuerdo con el trabajo de la Pontificia Comisión Bíblica, un reconocimiento de la integridad de la lectura judía de la Biblia que es diferente de la cristiana. «De hecho -señaló- el mismo hecho de que el documento también cita extensamente fuentes rabínicas judías es un testimonio más de este aspecto».

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ALGUNAS DE LAS CITAS MÁS ESCANDALOSAS DE ESTE ESPANTOSO DOCUMENTO:


Sólo por analogía, el diálogo entre Judíos y Cristianos puede calificarse como un "diálogo interreligioso", es decir, un diálogo entre dos religiones intrínsecamente separadas y diferentes. No es el caso de dos religiones, fundamentalmente diversas, que se confrontan entre sí, después de haberse desarrollado independientemente una de otra, sin influencia mutua. La tierra nutricia de ambos, Judíos y Cristianos, es el Judaísmo del tiempo de Jesús. (N° 15).

Por consiguiente el diálogo Judío-Cristiano sólo con reservas puede calificarse como "diálogo interreligioso", en el sentido estricto de la expresión; se podría hablar sin embargo de un tipo de diálogo sui generis "intra-religioso" o "intra-familiar". (n° 20)

La separación de la Iglesia de la Sinagoga (...) según algunas opiniones recientes, solo llegó a terminar cumplidamente hacia el siglo tercero o cuarto. (...) Con el tiempo los dos hermanos, Cristianismo y Judaísmo, crecieron cada vez más separados, llegando a ser hostiles e incluso a difamarse mutuamente. Para los Cristianos, los Judíos venían descritos a menudo como condenados por Dios y como ciegos, debido a su incapacidad de reconocer en Jesús al Mesías portador de salvación. (n° 16).


Por parte de muchos Padres de la Iglesia la así llamada teoría del reemplazo o sustitucionismo ganó un favor tan consistente, que en la Edad Media llegó incluso a representar la fundamentación teológica normal para la relación con el Judaísmo: las promesas y compromisos de Dios no se aplicarían más a Israel, porque no había reconocido a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios, sino que se habrían transferido a la Iglesia de Jesucristo, que era ahora el verdadero "nuevo Israel", el nuevo Pueblo elegido por Dios. No obstante ser originarios de una misma tierra, el Judaísmo y el Cristianismo, una vez separados, quedaron envueltos durante varios siglos en un antagonismo teológico que sólo llegó a disolverse en el Concilio Vaticano II. (...) Una teología del reemplazo o de la sustitución, que opone entre sí, como dos entidades separadas, la Iglesia de los Gentiles y la Sinagoga rechazada que es sustituida, carece de fundamento. Desde una relación originalmente íntima entre Judaísmo y Cristianismo, se desarrolló un estado permanente de tensión, que ha venido transformándose gradualmente tras el Concilio Vaticano II en una relación de diálogo constructivo. (n° 17).

La Iglesia es llamada el Nuevo Pueblo de Dios..., lo cual no significa que el Pueblo de Dios de Israel ha dejado de existir. La Iglesia "fue preparada admirablemente en la historia del Pueblo de Israel y en la Antigua Alianza"... La Iglesia no reemplaza al Pueblo de Dios de Israel, aunque como comunidad fundada sobre Cristo representa en él el cumplimiento de las promesas hechas a Israel. Esto no significa que Israel, al no haber alcanzado ese cumplimiento, no puede considerarse ya por más tiempo Pueblo de Dios. (n° 23).

Observando la Torá el Judío recibe una participación en la comunión con Dios. (n° 24).

El Judaísmo y la fe Cristiana, como aparecen en el Nuevo Testamento, son dos caminos por los que el Pueblo de Dios puede apropiarse las Sagradas Escrituras de Israel. (...) Una respuesta a la palabra de Dios expresada soteriológicamente [soteriología: “doctrina referente a la salvación”. Dicc. RAE], que vaya de acuerdo con una u otra tradición, puede por lo mismo franquear el acceso a Dios, quedando siempre en el poder de su consejo salvífico determinar, para cada caso, en qué manera piensa salvar a la humanidad. (n° 25).

En este sentido, los Cristianos afirman que Jesucristo puede ser considerado como "la Torá viviente de Dios". Torá y Cristo son la Palabra de Dios, su revelación para nosotros los hombres como testimonio de su amor ilimitado. (n° 26).

La alianza que Dios dispuso con Israel es irrevocable. (...) La Nueva Alianza nunca puede reemplazar a la Antigua... (n° 27).

...surgieron... dos nuevas maneras de leer la Escritura: la exégesis Cristológica de los Cristianos y la exégesis Rabínica de esta forma de Judaísmo que se desarrolló en la historia. Dado que cada modo supuso una nueva interpretación de la Escritura, la nueva pregunta crucial consiste en saber cómo ambos modos se relacionan entre sí. Y dado que la Iglesia Cristiana y el Judaísmo Rabínico post-bíblico se desarrollaron no solo en paralelo, sino también en un marco de oposición e ignorancia recíprocas, la pregunta no puede responderse exclusivamente desde el Nuevo Testamento. (n° 31).

La Iglesia es el lugar definitivo e insuperable de la acción salvífica de Dios. Sin embargo, esto no significa que Israel, como Pueblo de Dios, ha sido repudiado o ha perdido su misión... (n° 32)

Que sólo puede existir una historia de la Alianza de Dios con la humanidad, y que por consiguiente Israel es el Pueblo elegido y amado por Dios con una Alianza nunca rechazada ni revocada (cf. Rm 9:4; 11:29), es la convicción que aparece en el apasionado alegato del Apóstol Pablo sobre el doble hecho de que, si bien la Antigua Alianza de Dios continúa vigente, Israel no ha acogido la Nueva Alianza. (n° 34).

Sin embargo, de la confesión Cristiana, de que sólo puede haber un camino de salvación, no se sigue en forma alguna que los Judíos queden excluidos de la salvación de Dios porque no creen en Jesucristo como Mesías de Israel e Hijo de Dios. (...) Que los Judíos son participes de la salvación de Dios es teológicamente incuestionable; pero cómo pueda ser esto posible sin confesar a Cristo explícitamente, es y seguirá siendo un misterio divino insondable. (n° 36).

La Iglesia se ve así obligada a considerar la evangelización en relación a los Judíos, que creen en un sólo Dios, con unos parámetros diferentes a los que adopta para el trato con las gentes de otras religiones y concepciones del mundo. En la práctica esto significa que la Iglesia Católica no actúa ni sostiene ninguna misión institucional específica dirigida a los Judíos. Pero, aunque se rechace en principio una misión institucional hacia los Judíos, los Cristianos están llamados a dar testimonio de su fe en Jesucristo también a los Judíos, aunque deben hacerlo de un modo humilde y cuidadoso, reconociendo que los Judíos son también portadores de la Palabra de Dios, y teniendo en cuenta especialmente la gran tragedia de la Shoah. (n° 40).

...desde la perspectiva Cristiana, constituye una meta importante difundir entre los Cristianos los tesoros espirituales escondidos en el Judaísmo. (n° 44).

Una meta importante del diálogo Judío-Cristiano consiste ciertamente en el compromiso conjunto a escala mundial en favor de la justicia, la paz, la conservación de la creación y la reconciliación. En el pasado, pudo darse que las diferencias religiosas –en el contexto de una búsqueda reductiva de la verdad y de una intolerancia consecuente– contribuyeran a suscitar choques conflictivos. Pero hoy las religiones no deberían formar parte del problema, sino parte de la solución. Sólo cuando las religiones se comprometen en un diálogo provechoso, que contribuye a la concordia mundial, la paz puede alcanzar también los niveles sociales y políticos. La libertad religiosa, garantizada por la autoridad civil, es el requisito previo para ese diálogo y para la paz. (n° 46)

Otra meta importante del diálogo Judío-Católico consiste en la lucha conjunta contra todas las manifestaciones de discriminación racial antijudía y todas las formas de antisemitismo, que nunca han sido enteramente erradicadas y resurgen de diferentes maneras en varios contextos. La historia nos enseña hasta donde pueden llegar las actitudes, incluso ligeramente perceptibles, del antisemitismo: la tragedia humana de la Shoah, en la que fueron aniquilados dos tercios de los Judíos europeos. Ambas tradiciones de fe están llamadas a mantener juntas una vigilancia y una sensibilidad incesante también en la esfera social. El fuerte lazo de amistad que liga a Judíos y Católicos, obliga particularmente a la Iglesia Católica a hacer todo lo posible por colaborar con nuestros amigos Judíos, para repeler toda tendencia antisemita. (n° 47).

Cuando los Judíos y los Cristianos contribuyen juntos, mediante una ayuda humanitaria concreta, a la justicia y a la paz del mundo, testimonian el cuidado amoroso de Dios. Abandonando la confrontación y aunando sus esfuerzos, Judíos y Cristianos deben trabajar por un mundo mejor. (n° 49).

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Y, por cierto...


En tanto, Mons. Fellay calla ante este y los demás escándalos del demoledor Francisco. 

Sepa por qué