lunes, 27 de octubre de 2014

ORACIÓN POR NOSOTROS LOS VENCIDOS – POR EL PADRE CASTELLANI


“¿Qué he hecho yo por Cristo?”
(San Ignacio)


Dios, que recibes hasta la derrota, 
cuando ha luchado tanto el derrotado 
que de su sangre la postrera gota 
quedó sobre el costado traspasado. 


Dios, que no despreciaste ni el desastre 
cuando ha luchado un poco el desastrado 
pero la ola, el viento, el rumbo, el lastre 
y los astros no estaban de su lado. 



Dios, a quien no lo aterra ni el derrumbe 
cuando el escombro de lo derrumbado 
dejó un pabilo, un hálito, una lumbre 
con que encender el incendio iluminado. 



Dios, que eres capaz de alzar la ruina 
cuando no amó su ruina el arruinado, 
cuando gime sobre ella y adivina 
la huella en ella del primer pecado. 



Que con dejar lo caedizo 
no quedarías bien acreditado, 
harías como todos, como hizo 
siempre el vulgo desaconsejado. 



Señor, que siempre sanaste lo vencido 
más que al triunfante desapoderado 
porque incluso de lo ya fenecido 
surge, si quieres, lo resucitado. 



Rey, cuyo corazón se va al herido 
más bien que al corazón acorazado, 
que más por el enfermo habrás venido 
a nuestra tierra que por el sanado. 



Rey a quien no interesa la victoria 
sino que sea el juego bien jugado 
y más que los laureles de la historia 
que salga alguno, y sea buen soldado. 



Que sobre la política contienda 
no estás ni con uno ni con otro lado 
y estás encima dando siempre rienda 
al que se mata por un sueño honrado. 



Mírame, oh Rey, mi vida dimediada 
la flor de mi vivir ya dimediado, 
con este gran dolor en el costado 
de no haber hecho nada, nada, nada. 



De no haber hecho nada consecuente 
a todo lo soñado y deseado, 
de no haber hecho nada equivalente 
al gran honor del estandarte alzado. 



Mírame, oh Rey, el hontanar vacío 
el gran terreno yermo abandonado 
y ven Tú mismo un día como un río 
en mi vacío nunca resignado. 



Ven Tú mismo, Señor, a mi hondo abismo 
y no lo cures por apoderado, 
pues creaste el mundo por Tí mismo 
y portmismamente lo has salvado. 



Porque si llego al ataúd sombrío 
sin una flor en el peñón pelado 
no eres injusto porque nada es mío, 
pero no fueras tan santificado. 



Pues fuera todo desaprovechado 
y un lance y un albur tan mal perdido 
de hacer un gran milagro insospechado 
diferente de todos los que han sido. 



El más milagro y milagrez más pura, 
el más sencillo y simplemente dado 
inmerecidamente regalado 
a su creatura de la nuca dura 


por el Creador de todo lo creado. 





P. Leonardo Castellani