domingo, 26 de enero de 2014

NEO SADUCEOS




TRADICION DIGITAL

Como todo fiel católico puede advertir, a poco que medite, bien fácil es detectar los tres grados de liberalismo que conviven, entre mutuos taconazos, en el seno de la Iglesia. Como escribió el Padre Raúl Sánchez Abelenda en un texto memorable, que vamos a resumir, el primer grado del liberalismo corresponde al craso, grotesco, revolucionario  y chillón: el laicismo. Bien podría éste identificarse políticamente con la izquierda y religiosamente con las teologías de la liberación, feministas, etc., y que se da, especialmente, en los institutos religiosos más desviados de sus reglas primitivas  y en comunidades de base.

El segundo grado consiste en una cierta consideración a la conciencia católica sin casi incidencia en lo público, excepto en aquellos países de raigambre cristiana en los que aún perviven ciertos restos, a los cuales, de vez en cuando, se les tira un hueso desde lejos cual si fueran perros sarnosos; caso de España.  En lo político está significado por los impresentables partidos de derecha, tales como P.P., PNV o CIU y en lo religioso por la mayoría de obispos, sacerdotes, e institutos y congregaciones religiosas que sólo son fieles a las nuevas constituciones, absolutamente diferentes a las de sus fundadores. Se sigue enseñando el catecismo, sin contenido dogmático, pero en las parroquias; en las escuelas públicas y privadas nada de catecismo, sino asimilación cultural de las diversidades religiosas, sin validez curricular: la asignatura de Religión Católica es una “maría” que, además, ni es digna de ser llamada católica.

Si al segundo grado se le podría llamar liberalismo católico, al tercero le será más adecuado la denominación de catolicismo liberal, expresamente condenado en el nº 80 del Syllabus (1), Libertas (2), Mirari Vos, (3), entre otras encíclicas, y muy bien descrita en la vigente obra “El liberalismo es pecado”, de Sardá y Salvany, o por la formidable doctrina del Cardenal Billot contenida en “El error del liberalismo”.

La oportunidad de describir algo más este tercer grado de liberalismo nos la ofrece la reciente información sobre el anuncio de la próxima beatificación del primer Prelado del Opus Dei, Álvaro del Portillo, fiel discípulo de su maestro Mons. Escribá de Balaguer, quien fue Marqués de Peralta. Huelga, al objeto del presente, atender a las controversias, aún vivas, sobre la oportunidad e irregularidad del proceso de su turbocanonización. Porque, en efecto, si bien es cierto que no está permitido juzgar del fuero interno ni al prelado ni al fundador de la Obra, ni de nadie, sí nos obliga la caridad cristiana, que todo lo debe imperar, a anunciar que “No hay peor muerte para las almas que la libertad del error”, según sentencia de San Agustín (4); libertad del error que defiende con enorme poder e influencia el Opus Dei; de tal manera que se ha constituido en el mejor y más formidable freno a las ansias de la tradición que poseen las verdaderas almas católicas; porque entre las monedas falsas, la mayor eficacia la tiene aquella más parecida a la verdadera.

Los enemigos más significados durante la vida pública de Jesucristo fueron el fariseismo, elherodianismo y el saduceismo. El fariseismo es la corrupción de lo religioso; generalmente tiene elementos propensos al sectarismo; es muy propio de los noemovimientos de espíritu conciliar, entre los cuales se inscribe el Opus Dei, aunque fuera fundado antes: “yo me salvo porque pertenezco al Opus” o a, taconazo va, “los kikos”, o a, taconazo viene, ‘los Legionarios de Maciel’, etc.; suelen ejercer un control férreo sobre los miembros a través de cuidadosos escrutinios, itinerarios, o mediante la prohibición de acudir a otro director espiritual católico externo al grupo u otras formas consideradas abusos por el C.I.C.; tienen espíritu de gueto; son asociaciones de fieles en lo les interesa, pero sujetan con mayor obediencia que una orden cuando conviene a sus fines. Los herodianos aplican lo espiritual solamente a lo temporal, desconocen el concepto de gracia,  por lo que interpelan a Cristo en clave secular, ya que no querían la dominación romana:  ”¿Hay que pagar el tributo al César?”; y aunque el Opus Dei, a decir de Monseñor Escribá, tiene que volcarse al mundo y secularizarse, y agrega que no debe haber dialéctica entre progresismo e integrismo, entre mundo y espiritualidad (…), no es esta clave la más sobresaliente en ellos, sino más bien su marcado componente saduceo.





Los saduceos del tiempo de Cristo no creían en la resurrección. El saduceísmo es algo puramente temporal, y el Opus Dei tiene un cuño neo saduceo con esa apetencia por las influencias eclesiásticas, mundanas; por los ascendientes sobre los políticos y los centros de decisión económicos, por los títulos nobiliarios (un marquesado obtuvo el fundador) etc. La más lograda representación del saduceísmo post bíblico se manifiesta en el Calvinismo.

Calvino afirmaba heréticamente una predestinación positiva y negativa. “¿Cómo les consta a los ‘cristianos’ calvinistas que están salvados?” El heresiarca acude para ello a la concepción judaica de los circuncidados según la carne: “quien es fiel a Dios, tiene bienes materiales y, a su vez, éstos manifiestan la bendición de Dios”. Luego quien posee bienes, cuya tenencia otorga poder, podrá sentirse seguro de estar salvado. La señal, entonces, es tener influencia y control de los organismos financieros, culturales, ministeriales, fundacionales, universitarios, bancarios, etc.. El calvinismo es una expresión refinada de aquel saduceísmo brutal que existía en tiempos de Nuestro Señor, y que forma parte de la mentalidad judía, como muy explica Max Weber.

Es nota característica del Opus Dei, dice Sánchez Abelenda: esa apetencia de dominar lo temporal, para luego, es verdad, mediante ese enseñoramiento de lo temporal, hacer apostolado. Obviamente ellos no lo van a decir tan claramente porque suena un poco fuerte, pero sí van a insistir en que su espiritualidad es laical, es secular, en que hay que lograr una armonía con el mundo.

Pero quien procura una armonía con el mundo se servirá, inevitablemente, de lo que el mundo le ofrece. Cierto que “para santificarlo”, como dice el Opus Dei, pero sujetándose a su gran demonio: El poder; es decir, el imperio de la riqueza, de la cultura, de las influencias eclesiásticas y políticas. El mundo es poder; esa es la tentación conque Satanás tienta a Cristo por tercera vez y que nuestro Señor rechaza. Porque el mundo piensa que, después de él, no hay nada más; los saduceos no creían en la resurrección; “si no resucitamos para nuestra fe, comamos y bebamos” o sea, vivamos el espíritu del mundo, vivamos el dominio, el poder material… con mucha “ética privada”, por cierto, y algo de alegría; y esa es la postura del Opus Dei, que insiste en una espiritualidad laical y en un compromiso con el mundo, aceptando su esencia: el poder.

Pero Cristo, vida nuestra, nos dice: “buscad primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura”.

¿Acaso no se está buscando primero la añadidura, turbocanonizando sin la prudencia del examen sereno, la escucha de todas las partes y la perspectiva que da el tiempo? ¿Acaso, no producen estas turbocanizaciones más influencia y poder al clan; en esencia añadidura sobre añadidura? ¿es prudente canonizar a quien vive el espíritu de la obra, consistente en buscar primero la añadidura para más tarde, si alguna vez hay tiempo, buscar el Reino? El poder siempre reclama más poder para conservarse y en ello consume toda su energía, para lo cual requiere mayores dosis de influencia que, sin duda, tiene un precio en el mercado, también en el ‘espiritual’; influencias que suministran más bienes; en efecto, una espiral sin fin de la añadidura contraria al camino del Reino, que siempre pasa por el Calvario y la muerte.




Pero retomemos la idea de predestinación. “Pues bien, hay una predestinación católica, por supuesto que la hay nos recuerda Sánchez Abelenda, a ustedes les basta con ver el prólogo de esa bellísima carta de San Pablo a los Efesios. ¿Cómo Dios va a ignorar, en su acto simplísimo de saber, Dios que conoce la omnipotencia de su Sabiduría los futuros contingentes, si alguien está salvado o no? Y quienes se salvan, se salvan por los méritos de Jesucristo. ¿Qué diferencia la predestinación católica de la calvinista? La predestinación católica salva la justicia divina: la Sabiduría divina rige a la voluntad divina, aunque todo se aúne en la simplicidad divina”.

“Este calvinismo voluntarista tiene que refugiarse en algo que implique y asegure el ejercicio del poder, del dominio, en una concepción prometeica y voluntarista del hombre, porque la base de esa horrible predestinación de Calvino es su concepción voluntarista de Dios y de la economía de la salvación. Entonces Dios condena porque prevalece en Él la voluntad y hace lo que se le antoja, y lo que Dios hace es santísimo e inapelable”, lo cual dicho así es, además de una herejía, una enorme blasfemia.

Esta idea del paralelismo entre el calvinismo y el “opusdeismo” no es mía, confiesa el padre Sánchez Abelenda. El profesor Elías de Tejada y Espínola la expuso claramente en una de sus glosas, la número 3 de la lección 4, página 149 del segundo tomo de su “Filosofía del Derecho”. En ella, y a propósito de la concepción jurídica de un prominente hombre del Opus Dei, Álvaro d’Ors, hace notar que tiene su antecedente en el calvinismo, en el voluntarismo y saduceismo calvinistas. Elías de Tejada no emplea exactamente la palabra “saduceísmo“, pero en cambio ésta sí aparece en un libro de Hugo Wast, a propósito del enorme poder de las finanzas de que se vale el Opus Dei.

Se nos ha dicho: “No queráis conformaros con este siglo”; lo dice la Palabra Revelada, y junto a ella, todas las espiritualidades cristianas, desde los Padres del desierto, pasando por todas las corrientes de espiritualidad legítimas, algunas muy fieles, otras quizás no tanto, han presentado esta separación del mundo. “No ruego por el mundo, sino por estos que están en el mundo. Pero esta sana espiritualidad se emponzoña con el Opus.

“Las tres tentaciones de nuestro Señor Jesucristo dan sentido a los múltiples problemas que vive la Iglesia. Fijémonos que el demonio no puede presentar la última tentación de golpe, tuvo, en cambio, que ir gradualmente (…) El demonio no pudo presentarle abiertamente la tercera tentación a Cristo; en cambio, es muy fácil que un católico con cierta espiritualidad, ejercitando vencer las pasiones, rehuya las tentaciones sensibles y no pueda resistirse a la invitación a “conquistar el mundo”. El diablo le dice entonces: “¡Conquista el mundo, porque tú, cuando conquistes el mundo, lo conquistarás para Cristo!

Entonces pregunto: ¿con qué tipo de tentación está mechado el Opus Dei? Está marcado con la tercera tentación, que el diablo no puede presentar abiertamente ante nosotros. No se olviden de que eso de querer ganar al mundo para Cristo, aparece como muy apostólico…”; muy tentador para santitos de carrillos colorados.

No estamos afirmando que otras obras, institutos, órdenes, fraternidades…,que nacieron pías, no hayan caído o permanezcan viviendo del mismo espíritu de los saduceos; al contrario, tales desdichas que nos producen grave escándalo las achacamos a la corrupción de los superiores a la que siguen las de sus súbditos; ”el pez siempre se empieza a pudrir por la cabeza”; pero no las podemos imputar a los fundamentos de tales obras; los cuales no fueron afirmados primordialmente como añadidura, como ocurre en el presente caso.

Repasemos con brevedad este liberalismo de tercer grado o búsqueda de la añadidura en el Opus Dei:

Sobre la obligación del católico  de confesar la fe públicamente, ésta existe siempre que se ponga en duda, cuando se tergiversa, cuando se enturbia la fe, etc., según las palabras de Cristo: “”A aquel que me confesare delante de los hombres, Yo lo confesaré delante de mi Padre”. Pero  el fundador del Opus Dei no reconoce la necesidad de confesar públicamente el catolicismo (5) ¿De dónde este error?  Porque promueve como ideal la libertad personal sin el imperativo de la verdad, objeto del entendimiento. No dijo Cristo “la libertad os hará verdaderos”, sino “la Verdad os hará libres”. Tales desideratas están patentes en sus escritos (6):

“Nunca ha dejado de molestarme la actitud del que hace profesión de llamarse católico, como la de quienes niegan el principio de la responsabilidad personal (…) … existe en nuestra Obra… el deseo de colaborar con todos los que trabajan para Cristo y con todos los que, cristianos o no, hacen de su vida una espléndida realidad de servicio.
“Y no hace mucho, con una emoción para este pobre sacerdote que es difícil de explicar, el Concilio  ha recordado a todos los cristianos en la Constitución dogmática “Gaudium et Spes”, que deben sentirse plenamente ciudadanos de la ciudad terrena, trabajando en todas las actividades humanas con competencia profesional y con amor a todos los hombres, buscando la profesión humana a la que son llamados por el sencillo hecho de haber recibido el bautismo”.

Monseñor no conmina a los suyos a que hagan una confesión pública de la Fe. Más bien dice que “no conviene”, porque cristianos o no, basta con que se trabaje con responsabilidad personal. Es el voluntarismo tan contrario a Cristo cuando alaba la actitud de María frente a Marta. De hecho dirá en la pag. 119 de “Conversaciones” sobre la escuela católica:

“He de confesar, por otra parte, que no simpatizo con expresiones tales como “escuela católica”, “colegio de la Iglesia”, etc., aunque respeto a quienes piensan lo contrario. . Un colegio será efectivamente cristiano cuando, siendo como los demás, tratando de superarse, realice una labor de formación completa, también cristiana con el respeto de la libertad personal y con la promoción de la urgente justicia social”.

No en vano, al menos en la Argentina de los años 80s y 90s, los colegios de la obra estaban exentos de señales externas de identidad católica, hasta el punto que ni sus nombres lo sugerían; insólito.

Sobre el ecumenismo cabe señalar primero que los protestantes y los fieles de falsas religiones pueden ingresar al Opus Dei y nada les impide ser, incluso, súper numerarios. El fundador impulsó y promovió, aún antes del Concilio Vaticano II, aquél falso espíritu de los que se esfuerzan para una unión ilegítima, cuyos errores están condenados y  “de ningún modo pueden ser aprobados por los católicos (probari nulo pacto catholicis possunt)”. De esta forma el Opus Dei, cae entre los que “yerran y se engañan (errant ac falluntur) los que así juzgan; pervierten y repudian (depravant, repudient) la religión verdadera e inducen al naturalismo y al ateísmo (ad Naturalismum et Atheismum gradatim deflectunt)”. “Quien concuerda con los que así piensan y obran, se aparta enteramente de la religión divinamente revelada (a revelata divinitus religione omnino receda” (7).

Y no esconde el fundador del Opus Dei tal rebelión de su sociedad a la doctrina dogmática, sino que se vanagloria de ser uno de los pioneros en la defensa del condenado ecumenismo:

“Ya le conté el año pasado a un periodista francés, y sé que la anécdota ha encontrado eco incluso en publicaciones de hermanos nuestros separados, lo que una vez le comenté al Santo Padre Juan XIII, movido por el encanto afable y paterno de su trato: “Padre Santo, en nuestra Obra siempre encontramos todos los hombres, católicos o no, un lugar amable, y no he aprendido el ecumenismo de Vuestra Santidad”. Él se rió emocionado porque sabía que ya desde 1950 la Santa Sede había autorizado al Opus Dei a recibir como asociados cooperadores a los no católicos y aún a los no cristianos. Son muchos, efectivamente, y no faltan entre ellos pastores y obispos de sus respectivas confesiones, los hermanos separados que se sienten atraídos por el espíritu del Opus Dei y colaboran en nuestro apostolado. Y son cada vez más frecuentes, las manifestaciones de simpatía y de cordial entendimiento a que da lugar el hecho de que los socios del Opus Dei centren su espiritualidad en el sencillo propósito de vivir responsablemente los compromisos y exigencias bautismales del cristiano” (8).

Lo mismo podemos decir de las riquezas. Los bienes materiales deberán honrar a Dios (lo ponen de manifiesto las palabras que Nuestro Señor pronuncia en el pasaje evangélico en el que la pecadora derrama óleo en sus pies). Ese espíritu de jerarquización, aún en las cosas materiales, tendrá que poner a Dios por encima de todo y esto no está claro en el Opus Dei, que incita a procurar los primeros puestos y títulos en todos los órdenes del mundo para luego (y si queda memoria y vida) buscar la gloria de Dios.

Hay múltiples problemas institucionalizados en la Iglesia, que la Iglesia oficial hoy quiere galvanizar, canonizando todo lo que se ha hecho con y a partir del Concilio Vaticano II. Respecto al fundador del Opus Dei, canonizando en él a la personalización o encarnación de la Gaudium et Spes; y respecto al primer Prelado, Álvaro del Portillo, beatificando la fidelidad no sólo a su maestro, sino al magisterio desviado postconciliar; puesto que este grupo está al margen de la lucha del progresismo e integrismo, según confiesan, en una especie de limbo dorado de muelles alfombras, a “salvo”. Por encima del bien y del mal en su clan. Desde ese ‘locus’ palaciego pueden imantar, hipnotizar, adormecer a tantos católicos que son justos, que viven de su fe, que quieren ser católicos desde las entrañas; recogiendo siempre, en los países católicos, sus feligreses, sus socios, en una sensibilidad  de ‘derecha’ adormilada; luego les inyectan su ‘espiritualidad’ saducea de conquistar primero el mundo, los puestos más influyentes de las naciones; puesto que “hay que tener influencias en el mundo”, para luego, más tarde, cuando se pueda y si se acuerdan, llevar el mundo a Cristo. Pero la más breve mirada a lo que ocurre, nos hará concluir que exactamente acontece lo contrario; es decir, el mundo cada vez está más alejado de Cristo ¿Le extrañará a alguien que no hayan movido un dedo en la lucha por conservar la Santa Misa Tradicional, sino más bien, saduceamente, al contrario?

En el año 1974, la Editorial Dictio publicó en un solo tomo tres obras del Padre Meinvielle. Estas son: “La concepción católica de la política”, “Los tres pueblos bíblicos en su lucha por la dominación del mundo” y “El comunismo en la Argentina” (que es una compilación de conferencias pronunciadas entre los años 1958 y 1962) Bien, en la página 292 de esta edición encontramos esta frase, nos dice S. Abelenda:

“…el pueblo judío aprendió tan sólo una lección: la raza hispánica es imbatible de frente, pero sólo de frente. Puede ser traicionada si se acierta en proporcionarle un tratamiento debidamente dosificado de “cristianismo y mundo moderno”, con el que, bajo la apariencia de apostolado, se le inoculen los virus de la antirreligión y de la antipatria. Tal iba a ser la misión en la España franquista del Opus Dei. La heroica España del ’36 ha sido totalmente emputecida y envilecida, y hoy, en la década del 70, ha quedado totalmente ganada para el mundo judío”.

Álvaro del Portillo  ha sido un fiel sucesor y continuador del espíritu saduceo y conciliar a la muerte de Mons. Escribá de Balaguer. Ambos rectores de la obra dieron el tratamiento dosificado de “cristianismo y mundo moderno” emputeciendo los frutos de la cruzada del 36 en España ¿o nadie se recuerda de los gobiernos tecnócratas del tardo franquismo, en los que muchos ministerios estaban dominados por miembros del Opus Dei, los cuales importaron las ideas liberales de allende los pirineos y el Atlántico? De aquellos polvos estos lodos. 
 Sofronio

NOTAS
1.-Pío IX con la Quanta cura y con el  Syllabus condena la siguiente proposición. «El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna».
2.- León XIII, en la encíclica Libertas,
3.- Gregorio XVI, en la encíclica Mirari Vos
4.- San Agustín. Comentario al Salmo 124
5.- “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer”, pag. 72 y ss..Editoral Rialp, que dicho sea de paso, es del Opus Dei; 1968
6.- Ibid. Pag 55-59 y en “el Opus Dei y la Libertad religiosa y de conciencia; pag.70
7.- Pío XI.Mortalium Animos
8.- “Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer”