sábado, 23 de marzo de 2013

CARTA ABIERTA DEL PADRE HUGO RUIZ VALLEJO A LOS FIELES DE LA TRADICIÓN DE LA CIUDAD DE MÉXICO.


NON POSSUMUS

 J+M

LA HORRIBLE OMISIÓN
“Cuando la sal pierde su sabor...”

Carta abierta del Padre Hugo Ruiz Vallejo a los fieles
de la Tradición de la Ciudad de México

Muy estimados en Cristo,

Algunos de ustedes ya estarán al corriente de mi salida de mi residencia habitual la Casa San José, aquí en la Ciudad de México. Para evitar malentendidos y perplejidad entre vosotros es no sólo importante sino también necesario que yo dé una explicación de las razones graves que han creado en mí esta necesidad.

Nadie entre nosotros debería ignorar las motivaciones que dieron origen a lo que hoy se le llama el movimiento tradicional, al inicio presente en diversas partes del mundo pero ahora sobre todo en la Fraternidad San Pio X, obra de un obispo ejemplar llamado Marcel Lefebvre, el que ha intentado salvar los valores de la Iglesia Católica frente a la invasión del modernismo que embistió la Iglesia de Cristo sobre todo por el llamado Concilio Vaticano II y por todas las reformas de la Iglesia de las que este concilio ha sido la causa eficiente. Este ataque suscitó un movimiento muy legítimo de defensa hecho por los católicos auténticos, lo cual debería ser en sí mismo algo muy natural y necesario. La lucha y el combate contra los errores doctrinales del mundo moderno que fue hecha por los Papas de los siglos XVIII, XIX y XX, y muy particularmente por el Papa San Pio X, fue también la que nosotros quisimos asumir e intentar llevar a su término.

Sin embargo, nosotros constatamos, sobre todo los tradicionalistas que hemos conocido el inicio de esta lucha, que muy gradualmente nuestros superiores han ido bajando el tono de nuestras exigencias y de nuestro combate por la defensa de la Fe. Que primero se ha aducido como medio para convertir a Roma no sólo el hecho de ya no denunciar con la misma fuerza los desvíos de los hombres de iglesia, sino también el de hacer un acercamiento cada vez más estrecho con la Iglesia oficial. La pregunta es: ¿todo esto es un medio proporcionado para convertir a Roma? ¿O una simple ilusión?  ¿Se puede convertir a alguien a la verdad disimulándole esta verdad? ¿Se puede convertir a alguien siguiendo la pendiente de sus errores y de su dialéctica?

Muchísimos sacerdotes y fieles de la Fraternidad San Pio X y de las congregaciones amigas vemos cada vez con más inquietud una omisión que toma dimensiones más grandes y equívocas. Un silencio cada vez más notable.

El hecho es que los romanos no han renunciado en nada a los graves errores del Concilio Vaticano II, ni a los de la nueva misa (Novus Ordo Missae), ni a las reformas consecuencia de ese concilio que afectan la vida de toda la Iglesia; sino que Roma sólo ha hecho algunas concesiones de tipo político para acercar a la Fraternidad, pequeñas concesiones que no son suficientes para ser probantes en cuanto al hecho de que haya un verdadero cambio de rumbo en Roma, es decir en el sentido de la Tradición. Antes por el contrario, se constata en todas estas negociaciones y diálogos que hay una diplomacia llena de doblez. No podemos basar nuestras grandes decisiones sólo en rumores o en hechos que no son de ninguna manera una prueba de la conversión de los hombres de Iglesia.

El hecho es que a pesar del fracaso de las famosas discusiones doctrinales, hechas supuestamente para convertir a Roma, (y que permanecen inéditas) se quiere a todo precio ir adelante con este acercamiento a Roma, en condiciones sobradamente peligrosas. Y para colmo, ya hay quienes hoy sólo piensan en que la Fraternidad haga un acuerdo de sumisión a Roma, importando poco si Roma se haya convertido o no...! (« Yo diría que, delante esta realidad sublime, hablar de tener acuerdos o no con Roma, es una bagatela. Defender la fe, guardar la fe, morir en la fe, eso es lo esencial » Sermón de Mons. Fellay en Paris, el 30 de enero del 2013). Pero ¿es que acaso queremos depender de aquellos que no tienen los mismos principios católicos que nosotros? ¿Acaso es posible poder hacer una buena pastoral sin tener una buena doctrina? ¿Acaso los que no tienen una buena doctrina podrían dirigir la pastoral de los tradicionalistas? ¿Cómo podríamos entendernos en cuanto a la práctica de la Fe, si no tenemos los mismos principios en cuanto a la Fe y la Moral? ¿¡Acaso el nuevo Papa Francisco no ha comenzado su pontificado recomendando un libro del herético Kasper en la mismísima plaza San Pedro, urbi et orbe ?! ¿Y acaso no sería una idea muy piadosa la de querer vivir en la cueva de Alibabá y los 40 ladrones para poder convertir a Alibabá y los 40 ladrones...? Una idea muy piadosa y llena de realismo...

Las conclusiones del último Capítulo General de la Fraternidad han venido también a confirmar dramáticamente nuestros temores, pues en la conclusión oficial de éste los dirigentes de la Fraternidad declararon cuáles serían las 6 condiciones para que nosotros aceptáramos con Roma un acuerdo o una regularización dentro del sistema romano. De ellas 3 serían necesarias, y las otras 3 “deseables” es decir que aún si el Papa no las concediera nosotros aceptaríamos de todos modos el dicho “acuerdo”. Hago notar que una condición “deseable” no es una verdadera condición. Mucho se podría decir de todas estas condiciones, pero lo más grave es que en la primera condición de las tres “deseables”: las decisiones de nuestros tribunales eclesiásticos podrían ser deshechas por los tribunales de la iglesia conciliar, ¡y eso con nuestro acuerdo! ¡Es decir que ellos con sus principios modernistas decidirían en la pastoral de los sacerdotes de la Tradición!!! También, en la segunda condición de las “deseables”, se acepta en ella la posibilidad de depender de los obispos locales, sabiendo muy bien cómo ellos desean tener la oportunidad de someternos a las ideas y a la pastoral del Concilio Vaticano II!!! Un verdadero suicidio programado de la Tradición!!! Además, en la tercera de estas condiciones, también se acepta la posibilidad de que quien dirija la comisión que nos representaría delante del Papa, no fuera un miembro de la Tradición! ¿Pero cómo nos podría representar alguien que no piense como nosotros, ni que sea uno de nosotros...?! El Padre Mario Trejo, superior del Distrito de México, dijo recientemente en la revista del Distrito “Dios nunca muere” (n°.41, p.7), que en la declaración del último capítulo de la Fraternidad “cada frase, cada palabra, ha sido pesada y sopesada para dar un testimonio de la fe de siempre”...  ¿Entonces, en estas condiciones, como podría ser defendida la fe de siempre por personas que no la profesan más?

En todo caso, ahora ha quedado evidente una nueva actitud respecto a Roma y a sus errores de quienes dirigen hoy la Fraternidad San Pio X, una nueva posición llena de omisiones y dispuesta a compromisos gravísimos, que aún si no se llevasen a cabo, sacan a luz un estado de ánimo más que inquietante. Hay una gradual omisión de todo lo que hace referencia a nuestro combate, a los objetivos que Mons. Lefebvre dio a la Fraternidad, que son al mismo tiempo la razón de nuestra existencia y que justifican el “estado de necesidad” para que podamos ejercer nuestro ministerio sacerdotal. Si no existiera un “estado de necesidad”, no se justificaría teológicamente nuestra no obediencia a Roma, así como tampoco se justificaría la obediencia a la autoridad que nuestros actuales superiores de la Fraternidad tanto invocan.

A una política externa sigue una “política” interna: es decir que dentro de la misma Fraternidad, cada vez y de una manera más evidente, se está confirmando la existencia de una política de represión contra todos los que no estén de acuerdo con la nueva orientación de la Fraternidad. Presionando, acosando, desacreditando y castigando de diversas maneras a todos aquellos que manifiesten un desacuerdo. A esto se pueden añadir muchísimos gestos y declaraciones cada vez más inquietantes. Como la que oyó el Padre Rafael Arízaga O.S.B. de la boca de Mons. Fellay en una conferencia espiritual a los seminaristas del seminario de Winona el ultimo 21 de diciembre: “Por razón de preservar la unión interna; retiré el documento que decía: ‘no rechazo todo el Concilio Vaticano II’ lo cual realmente dije”.

Monseñor Lefebvre desaconsejaba ir a las Misas del indulto así como a las Misas y a los ambientes de grupos tales como el de la Fraternidad San Pedro, porque estos ambientes están viciados de raíz en el sentido de que lo que allí se enseña y promueve, lleva a corto o a largo término a la asimilación con la iglesia conciliar. Pero si la Fraternidad San Pio X cambia su espíritu y sus objetivos, ¿no podría llegar a tener ésta un estado semejante, igual o peor, aún si no se concretizaran por el momento unos acuerdos con Roma?

Yo mismo he constatado cómo muchos sacerdotes han cambiado su actitud y sus ideas respecto a este combate de la Tradición contra sus enemigos, y esto con más frecuencia desgraciadamente en los nuevos sacerdotes. Yo mismo soy víctima de esta nueva línea en nuestros superiores, llena de omisiones respecto a nuestra lucha y nuestro combate. Ya en Roma no se ven muchos enemigos, el optimismo remplaza poco a poco la desconfianza natural que debería haber hacia los demoledores de la Iglesia. Mi Superior de Distrito el Padre Mario Trejo me ha prohibido hablar de estos temas ¡no solo en la predicación sino también en privado! ya sea con los fieles o con los sacerdotes, y esto bajo amenaza de mutación y de severos castigos. Y puesto que ya no puedo desempeñar más mi misión como sacerdote dentro de la Fraternidad, la cual consiste en enseñar toda la verdad y denunciar todo el peligro que pueda amenazar el bien de las almas, he decidido continuar mi ministerio fuera de la estructura de la Fraternidad, aún si yo sigo perteneciendo a ésta, y esto para bien de los fieles que en esta Ciudad de México quieran recurrir a mi ministerio sacerdotal. Espero que ustedes, así como mis compañeros sacerdotes, comprenderán las razones de esta grave decisión.

Que Dios por Nuestra Madre Guadalupana les bendiga e ilumine,

Padre Hugo Ruiz Vallejo, FSSPX

El 22 de Marzo del 2013
En la Conmemoración de los Siete Dolores de la Santísima Virgen


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