NO, amigo lector, Syllabus
no va a reabrir sus puertas, pierde cuidado. Ya dijimos en nuestra
despedida que no estábamos en condiciones de ocuparnos como es debido de nuestro
blog, ni nos sobran ganas para ello. Pero sucede que unas palabras de Monseñor
Lefebvre, muy oportunas ahora que Francisco ha sacado un documento sobre la santidad, nos movieron a desear comunicarlas, y, de
paso, ante el hartazgo que nos producen demasiadas cosas, aprovechar para decir
algunas palabras, como una forma de demostrar que, aunque nos cueste, seguimos
respirando, y estamos vivos y no queremos dejar de hacer un mínimo aporte a la
causa de Cristo Rey por este medio, pues la impiedad, la apostasía, la
confusión y, sobre todo, la retirada de los buenos, avanza. Quienes estamos en
la Resistencia (Benedictinos de la Santa Cruz, Dominicos de Avrillé, SAJM,
etc.), a mucha honra hemos venido a ser los nuevos parias, los nuevos
marginados, los nuevos leprosos o dignos de ser ignorados de la familia
católica: despreciados por la Neo-FSSPX, odiados por los sedevacantistas,
ignorados por los conservadores y línea-media, y, por supuesto, calculadamente
dejados al margen con desprecio como simples fanáticos y rígidos retrógrados
por los modernistas romanos, con todo ello sentimos crecer el reconocimiento
hacia Nuestro Señor y renovamos nuestra adhesión filial hacia Mons. Lefebvre. Tú
querido lector juzgarás si esta entrada te sirve. Nosotros al final decidimos
dejarle la palabra a ese hombre de Dios a quien todos le debemos que la
Tradición continúe, alguien que hoy está siendo arteramente traicionado por
muchos de sus (malos) hijos.
Dijimos que hay cosas que producen hartazgo:
1) La Tradición de “medio pelo” (en graciosa y exacta expresión
que usa Antonio Caponnetto para definir la
santidad predicada por Francisco en su nueva exhortación apostólica), sí, una
Tradición que pretende vivir sin ser molestada dentro de las murallas de los
pérfidos modernistas, en convivencia pacífica con el maldito concilio Vaticano
II y los liberales que le echan incienso, una tradición sin riesgos, dialogante,
temerosa, tibia, aburguesada y a la vez orgullosa de sí misma: allí encontramos
a los conservadores, la línea-media y los grupos Ecclesia Dei (llámense IBP, IVE, ICR, FSP, Le Barrou, Campos, etc.,
todos ellos benedictólatras o ratzingerianos, en mayor o menor medida, y desde
luego, “sanjuanpablistas”) a quien ahora se suma la FSSPX, que bien puede ser
llamada Neo-FSSPX: en estos tiempos de café descafeinado y cerveza sin alcohol,
se ofrece ahora una versión “deslefebvrizada” de la FSSPX, más preocupada de
sus aspectos estéticos que del combate de la fe: véase el último Cor Unum donde en medio de estos tiempos
calamitosos Mons. Fellay se la pasa hablando de “colores y tipografías” para
cumplir con la política de branding corporativo que construye y vende una
imagen comercial de la empresa…perdón, de la congregación religiosa, bien
emperifollada y con los apliques y afeites necesarios para no escandalizar a
los jerarcas romanos y al mundo entero, satisfaciendo ampliamente sus
apetencias de agradar. Su única preocupación es que los dejen “ser como son”: pronto
los veremos cantar a coro “Let it be” de Los Beatles, mientras del otro lado
Francisco les responde “All you need is love”, endulzado sus oídos con tan pringosa
melodía. ¡Qué maravilla! Sumémosle, ya que ponemos la atención sobre esta
“tradición light”, una entrevista radial al anémico y pueril P.
Trejo, Superior del distrito Sudamérica de la Neo-FSSPX, portavoz de la nueva y
amistosa Fraternidad de plásticas sonrisas. El Padre Castellani, que no llegó a
ver toda la amplitud de la tormenta desatada por el Vaticano II como sí la vio
y analizó Mons. Lefebvre, llegó a decir sin embargo, en 1967, o sea, ¡hace 51
años!, lo siguiente: “Ciertamente, la
crisis actual de la Iglesia tiene un carácter que no han tenido las otras: es
absolutamente total: total en extensión, cubre todo el mundo; total en
intensidad, pues la herejía naturalística (o el "aloguismo", como la
llamó Belloc) es la herejía más radical que ha existido y puede existir:
falsifica todos los dogmas del Cristianismo, vaciándolos de su contenido
sobrenatural, y poniendo en su lugar la adoración sacrílega del Hombre; que
sabemos será la doctrina del Anticristo. Todos estos Congresos, Reuniones,
Asambleas que estamos viendo son enteramente arreligiosos; naturalísticos:
quieren salvar al hombre o a las naciones sin Dios; a lo más le silban a Dios
como a un perrito para que venga a apoyarlos. Y no. Sin Dios pueden perder a
los hombres pero no pueden salvarlos” (Sermón Domingo tercero de Pascua, Domingueras prédicas I). Pero en la
entrevista el P. Trejo, supuesto discípulo o hijo espiritual tanto de Mons.
Lefebvre como del P. Castellani (puesto que es argentino), simplemente define
la crisis de la Iglesia como una “crisis de adolescencia”, como cuando el nene deja
de mirar a su papá y su mamá y se fija en los de afuera. ¡Pobre nene! Y llega a
decir que Mons. Lefebvre quiso guardar la seguridad de la fe que predicaron los
papas “desde San Pedro que fue el primero, hasta el actual reinante Jorge Mario
Bergoglio” (sic). Ni una palabra del liberalismo, del modernismo, del
fariseísmo, de la apostasía, de los destructores de la Iglesia, del Vaticano
II, de la masonería, nada del combate de Mons. Lefebvre por Cristo Rey, nada de
nada de nada. El aniñado Padre Trejo
verdaderamente exaspera como podría hacerlo cualquier cura modernista, tipo
Guillermo Marcó o Rafi Braun.
Por último y más reciente, el artículo del valeroso P. Simoulin, el águila tímida (como se
autodefine), que nos enseña a no temer a los avestruces (sic) modernistas. Otro
que disminuye la gravedad de la crisis y subestima a los modernistas, llegando
a hacer de los peores enemigos de Cristo unos simpáticos animalitos. Ah, las
águilas acuerdistas de Menzingen vuelan tan alto y ven tan pequeños a los
“avestruces” que sólo debemos seguir creyendo y refugiarnos “en la gracia de la
Fraternidad y de sus superiores, en la confianza en el Espíritu Santo, que
podrá guiar los trabajos de nuestro Capítulo General en fidelidad a nuestros
padres”. Como una especie de Juan el Apokaleta de “Cartoon Network”, Simoulin pretende evitar todo “susto” a sus
lectores, y muy lejos de llegar a mentar la Mujer con alas de águila perseguida
por el Dragón, prefiere la más simpática imagen de las águilas menzingenianas
apenas molestadas por los cacareos de los avestruces conciliares. A nosotros,
después de leer el artículo del P. Simoulin, se nos da por pensar más bien en
la historia de Caperucita roja y el lobo…En fin, suele decirse: “Dime aquello
de que presumes y te diré de lo que careces”. El P. Simoulin acusa a la
resistencia interna en la FSSPX de tener miedo a un acuerdo o al acercamiento
con Roma, cosa que los “águilas” y “aguiluchos” que la dirigen, no tendrían.
¿Cuál es en realidad el miedo que los mueve? ¿El miedo al “cisma”? ¿El miedo a
seguir combatiendo siendo defenestrados, perseguidos, quizás excomulgados? (Ya
lo dijimos una vez: todo esto empezó cuando se aceptó el “levantamiento de las
excomuniones”, que eran las medallas que Dios les dio, obtenidas en la guerra
contra los modernistas, gracias a Mons. Lefebvre: ellos devolvieron las
medallas y cancelaron el combate). Amigo lector, el artículo del P. Simoulin da
vergüenza ajena, y no recordamos uno tan pobre salido de las plumas (o los
plumíferos) de la Fraternidad. Presunción, orgullo, voluntarismo y falta de
inteligencia, todo en uno.